Escrito por:
Dr. Óscar Román Alemany
Expresidente de la Sociedad Chilena de Cardiología (1989)
Agradezco la oportunidad que me brinda la Sociedad para dirigirme a sus miembros en un mensaje de saludo al cumplir ella 75 años de vida.
Los hombres forman a las Instituciones y las Instituciones los forman a ellos. He tenido el honor y la suerte de haber sido miembro fundador de nuestra Sociedad, y de haber recibido de ella formación, instrucciones asistenciales, docentes y una mirada generosa a los pacientes y a la cultura de la sociedad que los cobija.
Toda Institución tiene un Programa, un relato, que la distingue y que proyecta sobre sus miembros. Lo hace siguiendo varios pasos o acciones significativas. En mi caso, y con las limitaciones que definen a los hombres/mujeres, mi relato ha sido:
a) Formación profesional, por toda una vida profesional
b) Asistencia clínica a miles de pacientes (ejemplo, 1.300 cardiópatas hipertensos seguidos durante 35 años)
c) Docencia en los Congresos societarios, y en tres o cuatro universidades del país, especialmente en la Universidad de Chile, que permitió mi carrera docente hasta Profesor Titular de Cardiología y Medicina Interna. Libros docentes, desde Semiología a Clínica (5 obras)
d) Investigación clínica y de laboratorio, desde el electrocardiograma, siguiendo con vectocardiograma, balistocardiograma, ECG de esfuerzo, cateterismo cardíaco derecho e izquierdo, coronariografía y angiografía.
e) Extensión, hacia la sociedad, con clases a profesores, y pacientes, apoyado en la Fundación Chilena de Cardiología, hija de nuestra Sociedad.
f) Actividades culturales y artísticas, literatura, conferencias de historia, y filosofía. Publicaciones varias (Revista: “Reportajes a la Cultura Contemporánea, 32 números en 12 años)
g) Enseñanza tutorial y manejo clínico-cultural de los pacientes (ellos han sido, en su mayoría, mis amigos, (a pesar de que el líder de los mal intencionados dice; “si Román les pide que se pongan boca abajo, lo hacen sin chistar”)
h) Agradecimientos: A los profesores miembros de la Sociedad, Hervé, Rojas Villegas, G. Sepúlveda, H Yaeger, F. Eimbke, y a mis colegas compañeros de cardiología en el Hospital San Borja, que cuando supieron que no iba a jubilar de inmediato, sino 12 años después, me dijeron: “¡por Dios, vamos a tener que tolerarte más!”. A las enfermeras, kinesiólogas/os, administrativos, TENS y personal de servicio, que siempre me auxiliaron en la forma amable y técnica que los caracteriza.
Por último, y primero en emoción, mi familia y mis hijos, dos de los cuales son médicos y el tercero, Ingeniero director de un CDT santiaguino.
Mis amigos, muchas gracias, espero seguir acompañándolos un tiempo más.