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Brechas en los registros clínicos

Escrito Por:
Dr. Nicolás Veas Paredes
Hospital Sótero del Río
Clínica Bupa Santiago

Durante nuestra formación en cardiología, siempre nos preguntaban: “¿cuál es la mortalidad del infarto agudo al miocardio (IAM) en Chile?, nos pedían el dato tanto en hombre como en mujeres” … nadie contestaba. Luego se escuchaba “¡No es posible que un cardiólogo no sepa ese dato! Frase que se me quedo grabada el resto de mi carrera.

En nuestra época de becado, teníamos los datos nacionales del Registro Chileno de Infarto de Miocardio (GEMI) liderado por la doctora en salud pública Carolina Nazzal y el doctor Ramón Corbalán, entre otros profesionales. Este registro nos permitía encontrar los datos nacionales, tanto para angioplastia primaria o fibrinolisis, en hombres y mujeres, datos más menos del año 2010, – recordemos que el GES se había iniciado el 2006 -. Además, nos permitía tener una linealidad de tiempo, definir datos anteriores, compararlos con el presente y tomar medidas en lo que nos faltaba. Por diferentes motivos, el grupo GEMI dejó de existir, lamentablemente perdimos esa crucial información.

Otro buen ejemplo es la Encuesta Nacional de Salud, que nos ayudó a comparar los factores de riesgo entre distintos tiempos, permitiendo patrocinar políticas públicas. Me podrán decir, “bueno buscamos los datos en DEIS” … Si han tenido la oportunidad de analizar esos datos, nos dejan más dudas que certezas. Entonces dirán: Bueno, somos parte de la OCDE, ahí podemos comparar datos para saber dónde estamos y donde estaremos… Pero esos datos se alejan de lo que necesitamos como cardiólogos.

Son tales los esfuerzos, que los distintos grupos de médicos especialistas intentan llevar registro de los datos locales: enfermeras, becados e internos motivados, apelan a las bondades del Excel. Además, se deben buscar datos de mortalidad en el Registro Civil – como nota al margen, antes se tenía que pagar por cada certificado de mortalidad – y así se logra presentar un trabajo en el Congreso de Cardiología; muchas veces, por diversos motivos, esos trabajos no se publican y se pierden los datos.

Si somos ordenados y trabajamos en equipo obtenemos datos de calidad, pero en ese momento surge otra arista en la investigación: necesitamos compararnos con realidades parecidas. ¿Vamos en la dirección adecuada con nuestros datos?, ¿podemos definir estrategias? ¿Las realidades latinoamericanas difieren bastante unas de otras, con quién nos podemos comparar entonces?

Hace muy poco en reunión del servicio de salud, presentamos nuestros datos de mortalidad, tiempo- balón, diferencias entre sexo y mucho más, para así realizar flujos de derivación y visibilizar las posibles brechas que tenemos en la atención. Podemos evidenciar dónde están los déficits desde que el paciente consulta hasta que lo atendemos, podemos definir mortalidad intrahospitalaria y alejada, sin embargo, no podemos saber si tenemos problemas de prevención primaria o secundaria. Llevar un registro cuesta tiempo y pasa por voluntades. No tenemos una estructura común para poder ir comparando nuestros datos.

En algunos países, los registros son obligatorios, sino no se reembolsa el costo de la prestación, así como ocurre con “swedeheart registry”. Esto les permite y nos permite a nosotros dimensionar el problema y generar recomendaciones estatales.

Finalizando, siendo nosotros una sociedad científica, no deberíamos presionar, gestionar y obtener registros nacionales de datos que nos interesen para tomar conductas en prevención primaria y secundaria. Entender las diferencias en letalidad entre hombres y mujeres. Evaluar la mortalidad nacional, en regiones y así entender las brechas en salud, como también las diferencias entre sistema privado y público

Me parece que debemos dejar de trabajar unitariamente y lograr complementar la información, logrando obtener prevalencia, evolución, resultados y así generar datos que sean confiables, de calidad, con exactitud y validez.

Hasta hoy, la obtención de datos pasa por voluntades y confianzas. La comunicación entre grupos es fundamental para el crecimiento científico y con ello lograr aplicar la información obtenida a políticas públicas.

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